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El concepto de Barreras al Aprendizaje y la Participación

El concepto de Barreras al Aprendizaje y la Participación

Por: María Azucena
Sánchez Aburto
Docente de la
Unidad Universidad Pedagógica Nacional


Para comprender el concepto de barreras al aprendizaje y la participación podemos partir de la advertencia que nos hacen Javier Romañach y Manuel Lobato cuando dicen:


Sabemos que las palabras o términos llevan asociados ideas y conceptos, y que esta correspondencia no es azarosa sino que representan valores culturalmente aceptados del objeto o ser nombrado. Estos valores se transmiten en el tiempo utilizando las palabras como vehículo. Con el tiempo, si queremos cambiar ideas o valores no tendremos más remedio que cambiar las palabras que los soportan y le dan vida. (2005:1)

Los conceptos adquieren significación social cuando se traducen en prácticas concretas, de ahí la importancia de enfatizar en la acotación de términos que dejen de lado la carga discriminadora, peyorativa, etiquetadora y segregadora que ha generado históricamente dos poblaciones, la del alumnado educable en una escuela común y la del alumnado considerado como no educable en este tipo de escuelas, motivo por el cual tiene una atención segregada, una educación, como menciona Miguel López Melero, “Hija de un dios menor”. (Consulta el 12 de abril de 2008, en página Web: http://ddd.uab.es/pub/educar/0211819Xn21p7.pdf). Se trata de los proyectos educativos que parten de las expectativas de tener como destinatario a un individuo deficiente educativamente hablando, al cual habrá de proporcionar una sub-educación conducente de facto, a la construcción de aprendizajes inherentes a una subcultura, lo cual pone de manifiesto la presencia institucional de dos currícula, uno de primera categoría y uno otro de segunda.

Para adentrar el tema de las barreras al aprendizaje y la participación, he de referirme de primera instancia a lo manifestado por Fernando Alonso López, quien en su Artículo “La accesibilidad universal y el diseño para todos”, denomina: a las barreras, como: “…la expresión de los obstáculos que hacen que las diferencias funcionales se conviertan en desigualdades que limiten la calidad de vida de cualquier persona.” (2007:5)

Desde este punto de vista, es posible decir que las barreras pueden estar vinculadas al entorno físico o actitudinal; que se manifiestan en la interacción del individuo con su contexto, y que las limitaciones que imponen suelen desembocar en lo que se denomina discriminación directa o indirecta,[1] hacia una persona o hacia un colectivo de personas.

Las barreras, suelen limitar la autonomía de los individuos tanto como “…su capacidad de elección, de interacción con el entorno y sus posibilidades de participación en la vida social. Y todo ello se convierte en una vulneración del derecho de igualdad de oportunidades…” (López, 2007:7), algo que termina siendo una forma de exclusión social, que también se puede manifestar como exclusión educativa, para lo que cabe tomar como modelo el siguiente análisis:

Históricamente hay una primera forma de exclusión que se realiza mediante una sustracción completa de la comunidad: por la deportación hacia fuera (…) por el destierro, (…) por la matanza (…) Podríamos decir que el genocidio representa la forma última de estas políticas de exclusión por erradicación total (…) Parece haber un segundo conjunto de prácticas de exclusión consistente en construir espacios cerrados en el seno de la comunidad, pero separados de ésta. Son los manicomios, las prisiones, los guetos, las leproseras (…) Propondré distinguir una tercera modalidad importante de la exclusión: dotar a ciertas poblaciones de un estatuto especial que les permite coexistir en la comunidad (no se les encierra ni se les coloca necesariamente en guetos), pero que les priva de ciertos derechos y de la participación en determinadas actividades sociales (ésta) tercera figura de la exclusión, consiste en la atribución de un estatuto especial a ciertas categorías de población es tal vez, la principal amenaza de la coyuntura presente. Esto se debe a las ambiguas políticas de discriminación positiva en las que podemos incluir la mayoría de las políticas de inserción (…) este tratamiento social estigmatiza muchas veces a las poblaciones implicadas (porque) cabe temer formas de exclusión a través del encierro, no en un espacio vallado, sino en una etiqueta que discrimina negativamente a las personas a las que se aplica cuando en realidad dicha etiqueta quería discriminarlas positivamente. Yo planteo ese interrogante abiertamente: ¿cómo hacer para evitar que las políticas de discriminación positiva se transformen en lo contrario? (Castell, 2004:65-69)

Al hablar de exclusión educativa, se focaliza la atención en lo que sucede en los entornos escolares, en donde la propuesta curricular lejos de constituirse en una ayuda, pasa a ser una barrera que elimina o dificulta las dinámicas de pertenencia y participación en la vida escolar de algunos alumnos, al tiempo que se constituye en un impedimento para la promoción de la igualdad de oportunidades de aprendizaje, al evitar o eliminar la presencia, los aprendizajes y la participación de los alumnos con características diferentes en un ambiente que explote al máximo las potencialidades de cada uno. (Echeita, 2008:11-12)

Asumir y reconocer la presencia de barreras en el entorno escolar, las cuales no pocas veces “ quedan enmascaradas y lejos del análisis crítico a cuenta de las políticas focalizadas sobre ‘los alumnos diversos o especiales’…”: (Echeita, 2008:11-12), debe necesariamente, conllevar a la búsqueda de acciones que permitan identificarlas y eliminarlas, sean éstas, actitudinales o físicas, garantizando así las condiciones de accesibilidad[2] al currículo escolar, bajo el principio de la enseñanza para la diversidad, con lo cual se estará en el camino de la “…conquista de los valores…” (López, 2007:13)

Así, el manejo del concepto de barreras al aprendizaje y la participación, surge de un pensamiento y una propuesta educativa que opta por un modelo social o socio crítico, respecto a la comprensión de los fenómenos de marginación o desventaja, y que en buena medida, es el aglutinador de la propuesta y de la concepción de lo que es una educación inclusiva, de ahí que:

El uso del concepto “barreras al aprendizaje y la participación”, para definir las dificultades que el alumnado encuentra, en vez del término “necesidades educativas especiales”, implica un modelo social respecto de las dificultades de aprendizaje y a la discapacidad (…) contrasta con el modelo clínico en donde las dificultades en educación se consideran producidas por las deficiencias o problemáticas personales. De acuerdo con el modelo social, las barreras al aprendizaje y a la participación aparecen a través de una interacción entre los estudiantes y sus contextos; la gente, las políticas, las instituciones, las culturas, y las circunstancias sociales y económicas que afectan a sus vidas. (Cobas, 2007:1)

Desde la perspectiva de la educación inclusiva, mientras que no siempre es posible modificar las deficiencias o problemáticas personales que se supone –desde modelos deficitarios–, son generadoras de dificultades en educación, “…sí podemos, y mucho, modificar el contexto, eliminar o reducir las barreras de todo tipo que les condicionan.” (Booth y Ainscow, 2000:8). De hecho en el texto, Diez nuevas competencias para enseñar, Philippe Perrenoud, afirma que:

Luchar contra los prejuicios y las discriminaciones sexuales, étnicas y sociales en la escuela no es únicamente preparar para el futuro, es hacer el presente soportable y, si es posible productivo. Ninguna víctima de prejuicios y discriminaciones puede aprender con serenidad. Si hacer una pregunta o responderla despierta burlas, el alumno se callará. Si el trabajo en equipo lo sitúa en el blanco de segregaciones preferirá quedarse solo en un rincón. Si las buenas notas suscitan la agresividad o la exclusión basadas categorías sexuales, confesionales o étnicas evitará tener éxito. Y así podríamos seguir. En primer lugar, para poner a los alumnos en condiciones de aprender, hay que luchar contra las discriminaciones y los prejuicios. (2004:127)

Entre las barreras al aprendizaje y la participación, podemos, citar las condiciones de los entornos físicos, así como la presencia de actos discriminatorios[3] referidos a “…toda práctica que tenga por objeto impedir o anular el reconocimiento de los derechos y la igualdad de oportunidades entre las personas.” (CONAPRED, 2005:5)

Como un ejemplo de barreras al aprendizaje y la participación, constituidas por comportamientos de rechazo y exclusión, podemos mencionar:

El hostigamiento que sufren los niños pertenecientes a minorías religiosas ante su negativa a participar en actos cívicos, frecuentemente acaba en la aplicación de sanciones, el descrédito público y la burla de sus compañeros y, en el peor de los caos, en agresiones físicas infligidas por docentes, alumnos o hasta por padres de familia que intentan obligarlos a adoptar y permanecer en determinadas posturas. (CONAPRED, 2005:7)

Otro caso muy frecuente, también reportado por CONAPRED, consiste en: La negativa de algunas instituciones escolares a aceptar a niños que viven con alguna discapacidad, bajo el argumento de que el personal de la escuela no tiene tiempo para ayudarlos en necesidades como acceder a un salón de clases o hacer uso del servicio sanitario (…) aunado a la estigmatización que sufren por parte de algunos compañeros, padres de familia y profesores que ponen en duda su capacidad para aprender. (2005:7)

En consecuencia, la Educación Inclusiva, “…implica identificar y minimizar las barreras para el aprendizaje y la participación y maximizar los recursos que apoyen ambos procesos…” (Cobas, 2007:1)

Es decir que el proceso incluyente, debe necesariamente, establecer redes de relaciones sociales que van más allá de los compromisos institucionales burocráticos y que penetran en lo más profundo de las organizaciones. En el mundo de los valores. De ahí la importancia de enfatizar en el trabajo colaborativo que esto implica y que involucra a toda la comunidad escolar, entendida como: “…la unidad conformada por todas las personas que intervienen directa o indirectamente en la escuela (…) Los docentes, directivos, personal de apoyo, administrativo y de intendencia, alumnos, comerciantes, padres de familia y visitantes eventuales.” (CONAPRED, 2005:7)

Para dilucidar la importancia de considerar a la comunidad escolar en su conjunto, podemos leer la siguiente la reflexión que una docente de educación superior hace sobre el entorno escolar en el que se desenvuelve:

Comenzaré por el momento de ingreso a las instalaciones, en donde puedo observar lo descuidado que está el inmueble y lo pequeño que es, lo inadecuado para la función educativa que cumple.
Yo sé que las paredes hablan y aquí las escucho hablar de indolencia, de negligencia, de descuido, de falta de mantenimiento, de hacinamiento.
Mientras recorro los diferentes espacios y lugares que conforman el edificio escolar, me percato de que uno se siente hastiado, aburrido, desmotivado, cansado y lo atribuyo a que el ambiente físico y laboral no es el adecuado, no es vivificante. Esto me hace pensar en cómo se sienten los demás miembros de la comunidad escolar y reflexiono en el por qué de la dinámica social (…). Hoy quiero darme la oportunidad de reflexionar también, en torno a las enseñanzas y la comunicación de un espacio vital, la biblioteca, la cual sin lugar a dudas, representa un lugar muy importante para el desarrollo de las actividades educativas porque es el espacio donde la comunidad educativa tendría que acudir en busca de información a consultar libros, documentos, bases de datos, videos, películas, etc., a trabajar en equipos, por parejas etcétera. Aquí la biblioteca huele a viejo, en ella los espacios se distribuyen de manera arbitraria, mientras que el acervo bibliográfico es escaso y bastante antiguo (…) Cuando entro a la biblioteca la primera impresión que me viene a la mente es de desuso, de un espacio inútil, estéril (…) aquí se
trata de un espacio poco visitado.
A mí me gustaría que la biblioteca fuera un espacio más amplio, o por lo menos mejor optimizado, que tuviera mesas que invitara a los usuarios a permanecer allí para el trabajo o la consulta de libros; que se pudiera contar con un buen catálogo bibliográfico y con una organización adecuada del acervo bibliográfico.
Me dirijo a las aulas y contemplo el entorno que parece sincronizado con la formación de alumnos cuadrados e inmóviles, rutinarios, conformistas, dispuesto siempre a obtener la máxima calificación (evaluación numérica) a través del mínimo esfuerzo y compromiso académico; sincronizado también con el uso monótono de Planes y programas de estudio y con la indiferencia de docentes y administrativos.
Los recursos tecnológicos son obsoletos y les falta mantenimiento (…), ocasionalmente puede apreciarse un olor a humo de tabaco, cuando alguien, viola las prohibiciones de no fumar en lugar cerrado; la iluminación es deficiente, muchas lámparas están fundidas; las oportunidades de agrupamiento vaticinan conflicto de intereses entre académicos y administrativos, entre grupos de académicos, entre alumnos y administrativos y por supuesto entre académicos y alumnos. Si como dice Utset y Muxart: La cuestión es cómo convertir este escenario en una invitación a actuar. Es decir, no convertir la función en obra de protagonista único, sino en una obra coral, con una multiplicidad de acciones que se desarrollen simultáneamente, pero no independientemente las unas de las otras sino en interrelación. Yo considero que a este entorno escolar le caería bien: Una trasformación radical, empezando por la ocupación de un inmueble mas adecuado y continuando con la reorganización del personal académico y administrativo en términos de dinamizar urgentemente las relaciones sociales entre toda la comunidad escolar (…) Esto desde luego, no será posible en el aislamiento y el trabajo individual.
(REDIEEI-UPN “n.d.”; consultado el 13 de julio de 2008, en página Web: http://cursobasicoinclusion.blogspot.com/)

En este ejercicio podemos apreciar la preocupación de la profesora, por reconocer desde su propia perspectiva y rol institucional, las características del entorno escolar en el que se desenvuelve y en el cual se pueden apreciar condiciones que impactan no sólo la dinámica de aprendizaje y la participación del alumnado, sino la de todos los miembros de la comunidad escolar.

Desde la propuesta de la educación inclusiva, el reconocimiento de los obstáculos no son un asunto meramente individual y responsabilidad de una sola persona en la comunidad escolar, sino del colectivo, y en ese sentido, todos los miembros de ésta tienen mucho que decir, proponer y poner en marcha.

La introducción del concepto de inclusión en el Índex de Tony Booth y Mel Ainscow (2000), representa un paso gigante, de un modelo médico, deficitario, a la adopción de un modelo sociocultural que sitúa los impedimentos para que todos los alumnos accedan al currículum regular, en el ambiente y no en el alumno, al tiempo que nos hace partícipes a todos como sociedad, de la existencia de esos obstáculos al aprendizaje y la participación de un sector de la población, que ha sido víctima de exclusión en el acceso al currículum, en una correlación directa con la filosofía de Junger Habermas, para quien:

La comunidad moral se debe construir sobre la eliminación de la discriminación y el sufrimiento y la incorporación de los marginados y de lo marginado (desde lo cual) la inclusión no adquiere el significado de incorporación en lo propio y exclusión de lo ajeno (sino que) en la “inclusión del otro” (se) propone una comunidad abierta, con límites permeables para todos, incluso para aquellos que son extraños para los otros y que desean seguir siendo ajenos para ellos. (En: Goldarazena, “n.d.” consultado el 14 de septiembre de 2008, en página Web: http://www.goizargi.com/99-2000/habermas.htm)

Esta forma de entender a la inclusión del otro, con la convicción de que cada ciudadano se haga solidario y responsable con el otro, como si fuera uno de “nosotros”, entendiendo al “nosotros” como una comunidad que amplía cada vez más sus propios límites y se construye sobre la eliminación de la discriminación, es en sí, lo que entraña el proyecto de una escuela incluyente. (Goldarazena, “n.d.”, consultado el 14 de septiembre de 2008, en página Web: http://www.goizargi.com/99-2000/habermas.htm). Una escuela en donde la labor de los integrantes de la comunidad escolar y de la sociedad en general, es de suma importancia para evitar la reproducción, fomento, encubrimiento o aceptación de actitudes excluyentes. En este sentido, su tarea es procurar que las relaciones en la comunidad escolar se desarrollen con respeto y equidad hacia la diversidad en cualquiera de sus manifestaciones. (CONAPRED, 2005:7), así como el poder lograr la implementación de acciones dirigidas a lograr la construcción de entornos escolares accesibles física y actitudinalmente.

A nivel nacional, podemos hablar de diversas instituciones públicas, tanto gubernamentales como no gubernamentales, que dentro de sus ámbitos de competencia, incluyen la lucha contra la discriminación y otras formas de exclusión constituidas en barreras al aprendizaje y la participación. Entre ellas, la Comisión Nacional del los Derechos Humanos (CNDH); la Secretaría de Gobernación (SEGOB) a través del Programa Nacional de Derechos Humanos (PNDH) y la Secretaría de Educación Pública (SEP) por medio de distintos programas como el Programa Nacional de Fortalecimiento de la Educación Especial y de la Integración Educativa (PNFEEyIE), el Programa Integral de Formación Cívica y Ética para la Educación Primaria (PIFCyEEP), el Programa de Educación Primaria para Niños y Niñas Migrantes (PEPNyNM)y el Programa de Educación en Derechos Humanos (PEDH), o de áreas de instituciones como la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe (CGEIB), del Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), y el Organismo creado específicamente para combatir la discriminación, el CONAPRED. (2005:8)

En todos los casos encontramos el apego a principios y fundamentos filosóficos y legales, que rigen la práctica de su ejercicio institucional y social, por lo que de manera específica, deseo abocarme, a la situación actual de la propuesta de la educación inclusiva en México, en donde, si bien, se han dado importantes avances en el ámbito de la atención a la diversidad, encontramos un cierto vacío legal, que refleja una importante evolución en reciprocidad con las demandas sociales y educativas.

REFERENCIAS

BOOTH, Tony & AINSCOW, Mel (2000). Índice de Inclusión. Desarrollando el aprendizaje y la
participación en las escuelas. Versión traducida y editada por Ana Luisa López y Rosa Blanco. España, CSIE-UNESCO
CASTELL.“Encuadre de la exclusión”, en: Karsz (2004). La exclusión: bordeando sus fronteras. Definiciones y matices. Barcelona, Gedisa.
COBAS O., María del Carmen. “La Educación Inclusiva: Oportunidad, Posibilidad y Realidad para Todos”, en: Revista IPLAC. Publicación Latinoamericana y Caribeña de Educación; No. 1, enero-abril; 2007.

CONAPRED (2005). La discriminación en la escuela. Dirección General Adjunta de Vinculación, Programas Educativos y Divulgación. México.

ECHEITA S. Gerardo (2008). Inclusión y Exclusión Educativa. “Voz y Quebranto”, en: REICE, Revista Electrónica Iberoamericana sobre Calidad. Eficacia y Cambio en Educación. Vol. 6 No.2.
GOLDARAZENA L. Arturo (2000). “La inclusión del otro”, en: Estudios de Teoría Política. En página Web: http://www.goizargi.com/99-2000/habermas.htm 14 de septiembre de
2008.

LÓPEZ Fernando Alonso (2007). “La accesibilidad universal y el diseño para todos”, en: De Lorenzo, R. y Cayo Pérez Bueno, L. (2007). Tratado sobre la discapacidad. España.
LÓPEZ M. Miguel (1997). “La educación (especial): ¿Hija de un dios menor en el mundo de la ciencia de la educación?. Revista Educar 21, 1997. En página Web: http://ddd.uab.es/pub/educar/0211819Xn21p7.pdf 12 de abril de 2008.

PERRENOUD, Philippe (2004). Diez nuevas competencias para enseñar. Biblioteca para la Actualización del Maestro, México, SEP-Graó.

ROMAÑACH, Javier & LOBATO, Manuel (2005). “Diversidad funcional, nuevo término para la lucha por la dignidad en la diversidad del ser humano”. En página Web: http://www.imagina.org/archivos/archivos_vi/Diversidad%20funcional_vf.pdf12 de julio de 2008.

[1] Se entenderá que existe discriminación indirecta cuando una disposición legal o reglamentaria, una cláusula convencional o contractual, un pacto individual, una decisión unilateral, un criterio o práctica o bien un entorno, producto o servicio, aparentemente neutros, puedan ocasionar una desventaja particular a una persona respecto a otras (...). Artículo 6.2 de la Ley 51/2003 de Igualdad de Oportunidades No discriminación y Accesibilidad Universal. (En: López, 2007:7)

[2] La accesibilidad es un conjunto de características que hacen posible que cualquier entorno, servicio, sistema de gestión o mantenimiento se diseñe, ejecute o sea apto para el máximo número de personas posible en condiciones de confort, seguridad e igualdad.

[3] En el Artículo Noveno de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, se prohíbe toda práctica que tenga por objeto impedir o anular el reconocimiento o ejercicio de los derechos y la igualdad de oportunidades entre las personas (Congreso de los Estados Unidos Mexicanos del 2003; consultado el 14 de agosto de 2008, en página Web: http://www.ordenjuridico.gob.mx/Federal/PE/PR/Leyes/11062003(1).pdf)

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